jueves, 12 de junio de 2014

Cuarenta hadas

Un reflejo de aquellas horas
volvía recurrente el otoño
se hizo celeste la noche
al tocar tu alma alada
pintaste un rojo amanecer
y alcé mi mirada al cielo.

Esa música presagiaba
el deseo de perpetuar
tu sonrisa delicada
no pude desatar esperas
permaneciendo ardí
no pude poner letra
a una canción arrobada.

Hasta que comprendí
el idilio de cada palabra
pretendí retener tu abrazo
debía dejarte marchar
pero nunca me dejarás
amé también tu destino,
tu vuelo lejano al oeste.

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