entrevista publicada por Diario Clarín
Ernesto Sabato acaba de publicar sus memorias. Es el primer libro suyo que aparece en décadas. En un diálogo exclusivo con Clarín, Sabato dijo que llegó a la decisión de terminarlo luego de la muerte de su hijo Jorge.
Ernesto Sabato está ahora solo en la casa de Santo Lugares. Allí vivió durante décadas con su mujer, Matilde, que murió este año. La casa tiene un jardín muy frondoso. Al final de un sendero, entre árboles y plantas, la la casa apenas se ve. Sabato y Matilde construyeron allí, a lo largo de los años, un ambiente confortable, poblado de estanterías blancas con libros, muy iluminado. También hay árboles en el fondo, al que se asoma el estudio donde Sabato pinta sus cuadros.Antes del fin, el testamento del escritor, es el primer libro nuevo que publica en mucho tiempo. El recorrido empieza en la lejana infancia y en la adolescencia, en la encrucijada que se le presentó cuando era una promesa de la ciencia, escenarios ya conocidos porque sobre ellos habló en muchas entrevistas. No obstante, en este caso, tienen el sabor de la reflexión sobre lo hecho. Y el de un manual sobre sus ideas de aquellos tiempos y de hoy. Pero el gesto de recopilar sus pensamientos es -o parece- una apuesta por el futuro. Lo confirmará a lo largo del diálogo que mantuvo con Clarín, el único medio escrito para el que decidió hablar sobre este trabajo suyo.
-¿Cómo se decidió a escribir este libro?
-Siempre fui muy resistente a escribir lo que habitualmente se denominan memorias, en primer lugar y fundamentalmente porque soy un desmemoriado. Cuando empecé el Colegio Nacional de la Universidad de La Plata, ya era para mí una dura y en cierto modo triste angustia, que se revelaba en los exámenes de historia y geografía. Un caso grotesco fue cuando en un examen escrito debía contestar sobre Catalina de Medicis y lo hice sobre María. Pero algo más grave que mi falta de memoria me impidió seguir adelante con este libro, y fue el creciente espanto que me produce la sociedad en la que vivimos y la desolación con la que temblé por años pensando en el futuro de la humanidad. Paradójicamente, la muerte de mi hijo Jorge me llevó a una necesidad visceral del sentido de la vida absoluta. Y el dolor me entreabrió la esperanza.
El libro no es crónica de sucesos sino un cuaderno de pensamiento de un único protagonista, Sabato. Y él lo hizo como negándose a terminarlo, no por miedo a que con él termine su vida sino porque -confiesa en las Palabras preliminares- no sabe si merece la confianza que -le dijeron- los jóvenes tienen en su palabra: Tengo graves defectos que ellos no conocen, se justifica. De todos modos, esta cruza de memorias, diario y reflexiones finales, salió.
- En la introducción del libro se interroga acerca de si debería afrontar esta tarea y afirma que tiene defectos personales que los jóvenes desconocen. ¿Son tan terribles?
- Depende de lo que entienda por terrible. De todas maneras, son tan conocidos que no vale la pena repetir, porque aparecen como las máscaras de algunos de mis personajes.Ahora, Sabato habla de sus memorias manteniendo el tono de contra mi voluntad, aunque sabe que allí puso su corazón, sus ideas, las claves de lo que fue decidiendo a lo largo de la vida.El medio ambiente es una de las últimas preocupaciones que incorpora al menú de problemas que lo perturban, largamente pasados los 80 años. La destrucción del planeta combina para él la ceguera de la ciencia, el egoísmo y la falta de responsabilidad de los dirigentes. Su visión del mundo al final del siglo y de su propia vida no es edulcorada.
- Usted no ha sido un optimista. Sin embargo, el título del libro acentúa el dramatismo. ¿Supone además una confesión o algo como un ajuste de cuentas ?
- Ni uno ni otro. El título es indudablemente trágico. Refiere al fin de la vida en la tierra tal como la conocemos los hombres, si no tenemos el coraje de abandonar este modo de vivir materialista y sin respeto por los valores humanos. Un modo de vida que está devastando la Tierra, que ha terminado con enorme cantidad de especies animales y ha colocado al hombre ante un abismo. Confío sin embargo en la capacidad heroica que renace ante el peligro.
- ¿Cómo le fueron apareciendo los temas? ¿Primaron las ideas o los sentimientos más privados?
- Unas y otros. Las ideas y los sentimientos están entramados en el alma de los hombres, no son compartimientos estancos.
- Usted nació muy cerca de los comienzos del siglo y ha llegado al final. ¿Cuál es el cambio más profundo que percibió en estos años?
- Los dos extremos opuestos: los negativos y los positivos. La desesperanza en este gravísimo momento histórico y la esperanza que siempre resurge de la desesperación, o casi siempre. A veces se me ha preguntado, y no una vez sino en diferentes momentos, cómo se puede albergar una esperanza cuando al mismo tiempo todo parece ir hacia el derrumbe total. Sí, es cierto, en más de un escrito de los últimos manifiesto esperanza, porque si la realidad fuera perfecta no habría ninguna necesidad de tenerla.
- A diferencia del anterior final de milenio, lleno de graves presagios, en este final la gente prepara fiestas en todas las ciudades del mundo. ¿Esto es frívolo o es un modo más sano de ver las cosas?
- Las dos actitudes, las que presagiaron un final catastrófico y las que presagian los esperanzados, son extremas. ¿Qué gente está preparando esos grandes festejos? Una imperceptible y egoísta minoría.
- ¿Qué lo conmueve en última instancia de los seres humanos?
- Hay seres humanos y seres humanos. Me conmueven los que en medio de las dificultades y aun de la miseria siguen luchando por la vida.
- ¿Qué no perdona?
- A los traidores, los mezquinos, los envidiosos, los mal intencionados.
- ¿A quién ha detestado más?
- Es muy difícil hablar de alguien que sea el más detestable.
- Usted reivindica la justicia social desde que era un adolescente de familia que no tenía problemas económicos. ¿Es un imperativo que no pasa de moda?
- Así es. Creo que la solidaridad es un desafío para los hombres. Es el gran desafío de nuestro tiempo.
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